En el silencio de la noche, emerge un arco luminoso de ocho metros de altura como una escultura efímera en el corazón de la ciudad. La estructura metálica, delicadamente diseñada, se eleva majestuosa en medio de la oscuridad, lista para tejer su historia lumínica en el lienzo nocturno.

La base del arco, formada por una serie de travesaños metálicos, se erige con gracia y fuerza, desafiando la gravedad con su presencia esbelta. Colgando de esta estructura, hilos blancos se entrelazan con precisión, tomando la forma de un arco celestial que despega hacia el cielo estrellado. Cada hilo, como una partitura musical, está afinado por bailar al ritmo de la luz.

La noche se sumerge en una paleta de oscuridad, y el arco permanece en silencio, esperando el momento. Entonces, como un murmullo en la brisa nocturna, las luces comienzan a parpadear a lo largo de los hilos. Dos paneles LED estratégicamente colocados se encienden, revelando la estructura oculta en la sombra y tejiendo un resplandor suave y cautivador que rompe la monotonía de la noche.

Pero, como todas las maravillas efímeras, el arco luminoso finalmente cede ante la llegada de la madrugada. Las luces se apagan, los hilos desaparecen con la luz del día, y la estructura metálica vuelve a ser una discreta silueta en el paisaje urbano. Sin embargo, la memoria arquitectónica de ese arco luminoso perdurará en la mente de quien lo vivió, una experiencia fugaz que iluminó la noche y dejó una impronta brillante en la imaginación de la ciudad.